Hola pues navegando en la red me encontré una reseña sobre la crisis del rock mexicano la cual me pareció muy interesante porque dice que una de las bandas más originales es Porter y que Juan son va por buen camino está un poco larga pero léanla y fans de Zoe y Austin tv no se ofenda por lo que dice esta reseña que sacaron en la jornada.
Hay ciertos elementos recurrentes que apuntalan una crisis en el rock mexicano desde su inicio: la falta de apoyo comercial; los limitados y reñidos espacios para tocar en vivo; la falta de espacios radiofónicos y la explotación de las disqueras de las bandas mediante contratos leoninos en los que los músicos tienen que ceder el poder sobre su obra. Botellita de Jerez, Rockdrigo y El Tri son una generación de rockeros que buscaron interpretar –con una identidad propia– la música importada de ritmos afro–americanos; dejaron atrás los covers en inglés y se pusieron a escribir letras en su propio idioma y sobre la vida en las ciudades mexicanas. Montados sobre los riffs blueseros tradicionales del rocanrol, cantabaron sobre el camión del ADO, la triste vida del asalariado y las chicas banda buena onda. Las agrupaciones que cantaban en inglés fueron criticadas: el público de estas bandas las acusaban de malinchistas y/o “vendidos” y les negaba toda credibilidad dentro de la escena del rock. El rock latinoamericano y en español, en general, se comercializó bajo el lema popular: rock en tu idioma. A finales de los 80 el público sentía mucho orgullo al cantar temas de Caifanes, Los Amantes de Lola y La Maldita Vecindad, que retrataban el entorno en que vivían. El rock mexicano salió así de los hoyos funkys y se empezó a comercializar y a promover su música de forma más abierta. Los conciertos llegaron a llenarse de un público cada vez más numeroso, incluso abarrotando un escenario tan importante como el Auditorio Nacional. Café Tacuba llegó ser a una de las pocas bandas que fueron retratadas en una portada de la revista The New Yorker. Las nuevas generaciones no conocen, sin embargo, los tiempos más difíciles del underground mexicano, y tampoco estuvieron para recordar los estragos que sufrieron los rockeros por alburear por primera vez en sus letras. La rítmica 4/4 del rock convierte al idioma inglés (por ser monosilábico) en el idioma natural para acoplar las letras a la música de rock. Desde entonces la globalización de la difusión de la música ha hecho que muchos de los nuevos proyectos –como Los Dynamite o las bandas poblanas The Tacits y Los Stoners– canten nuevamente en inglés. Intercalar el español con el inglés les ha venido muy natural también especialmente a las agrupaciones de la frontera con Estados Unidos como Kinky y Plastilina Mosh. Joselo, guitarrista de Café Tacuba, ha expresado en su columna en la revista Sónika su sorpresa por esta nueva dirección que ha tomado el rock nacional.
La calidad de una obra no depende del idioma en el que se canta, sino la originalidad y la creatividad son lo que hace que una rola se distinga del montón. Lo cuestionable es que el rock mexicano, en general, ha perdido identidad propia, sobre todo en los últimos 30 años; hoy suena a una copia de los sonidos popularizados en otras culturas. Un ejemplo que ilustra bien esto es la popular banda regiomontana Panda. En el año 2005 la revista R&R criticó que muchos de los temas y letras del disco Para ti de los Panda eran esencialmente copias traducidas al español de bandas muy famosas en otros países. Esto se confirmó cuando Green Day ganó una demanda por 10 millones de pesos contra Panda por el plagio de sus canciones Dry Ice y At the Library. Aunque el caso de Panda es muy extremo, el rock de esta generación de músicos –desde Zoe, Chetes, Allison hasta el último disco de Café Tacuba– suena a miles de bandas que aparecen en Myspace: influenciados por los mismos movimientos y en muchos casos con estilos copiados a bandas que hace 10 años ya tenían popularidad global. Estas bandas no sólo no están haciendo nada nuevo; tampoco se mantienen vigentes ni están copiando a la vanguardia. Simplemente están clonando sonidos que ya fueron exitosos hace muchos años y recurriendo a música que garantiza éxitos comerciales, más no musicales. Entre las bandas nacionales que han ganado notoriedad internacional está Austin TV, banda que se presento este año en el festival californiano Coachella y cuyos miembros fueron nombrados como “chilangos del año” por la revista Chilango. Los miembros de Austin TV usan disfraces ingeniosos para subir al escenario y su música es una copia de la propuesta instrumental y narrativa de bandas como Mogwai, aunque mal interpretada y mal tocada. Austin TV atrae al público de otros países hacia nuestro rock en un sentido comparable con la atracción que provocan las películas del Santo en el extranjero. Los extranjeros interpretan el ingenio con el que hacemos mal las cosas como una decisión artística y no distinguen que más bien es música sin creatividad con mala técnica y sin intención: se hace como se puede. Y mal. Mucho del rock mexicano que se aprecia ahora en el resto del mundo es el arte de lo mal hecho. Con todo, algunos destellos de originalidad existen en la escena mexicana actual: el colectivo de Tijuana, Nortec, cuya música electrónica con sonidos de banda norteña continúa evolucionando y han encontrando nuevas vertientes originales que se escuchan en su más reciente trabajo, Tijuana Sound Machine. En la ciudad de Guadalajara –ahora separado de la desabrida banda de nombre Porter que lidereó anteriormente– también se vislumbra una carrera prometedora para el joven cantante alucinado Juan Son
Hay ciertos elementos recurrentes que apuntalan una crisis en el rock mexicano desde su inicio: la falta de apoyo comercial; los limitados y reñidos espacios para tocar en vivo; la falta de espacios radiofónicos y la explotación de las disqueras de las bandas mediante contratos leoninos en los que los músicos tienen que ceder el poder sobre su obra. Botellita de Jerez, Rockdrigo y El Tri son una generación de rockeros que buscaron interpretar –con una identidad propia– la música importada de ritmos afro–americanos; dejaron atrás los covers en inglés y se pusieron a escribir letras en su propio idioma y sobre la vida en las ciudades mexicanas. Montados sobre los riffs blueseros tradicionales del rocanrol, cantabaron sobre el camión del ADO, la triste vida del asalariado y las chicas banda buena onda. Las agrupaciones que cantaban en inglés fueron criticadas: el público de estas bandas las acusaban de malinchistas y/o “vendidos” y les negaba toda credibilidad dentro de la escena del rock. El rock latinoamericano y en español, en general, se comercializó bajo el lema popular: rock en tu idioma. A finales de los 80 el público sentía mucho orgullo al cantar temas de Caifanes, Los Amantes de Lola y La Maldita Vecindad, que retrataban el entorno en que vivían. El rock mexicano salió así de los hoyos funkys y se empezó a comercializar y a promover su música de forma más abierta. Los conciertos llegaron a llenarse de un público cada vez más numeroso, incluso abarrotando un escenario tan importante como el Auditorio Nacional. Café Tacuba llegó ser a una de las pocas bandas que fueron retratadas en una portada de la revista The New Yorker. Las nuevas generaciones no conocen, sin embargo, los tiempos más difíciles del underground mexicano, y tampoco estuvieron para recordar los estragos que sufrieron los rockeros por alburear por primera vez en sus letras. La rítmica 4/4 del rock convierte al idioma inglés (por ser monosilábico) en el idioma natural para acoplar las letras a la música de rock. Desde entonces la globalización de la difusión de la música ha hecho que muchos de los nuevos proyectos –como Los Dynamite o las bandas poblanas The Tacits y Los Stoners– canten nuevamente en inglés. Intercalar el español con el inglés les ha venido muy natural también especialmente a las agrupaciones de la frontera con Estados Unidos como Kinky y Plastilina Mosh. Joselo, guitarrista de Café Tacuba, ha expresado en su columna en la revista Sónika su sorpresa por esta nueva dirección que ha tomado el rock nacional.
La calidad de una obra no depende del idioma en el que se canta, sino la originalidad y la creatividad son lo que hace que una rola se distinga del montón. Lo cuestionable es que el rock mexicano, en general, ha perdido identidad propia, sobre todo en los últimos 30 años; hoy suena a una copia de los sonidos popularizados en otras culturas. Un ejemplo que ilustra bien esto es la popular banda regiomontana Panda. En el año 2005 la revista R&R criticó que muchos de los temas y letras del disco Para ti de los Panda eran esencialmente copias traducidas al español de bandas muy famosas en otros países. Esto se confirmó cuando Green Day ganó una demanda por 10 millones de pesos contra Panda por el plagio de sus canciones Dry Ice y At the Library. Aunque el caso de Panda es muy extremo, el rock de esta generación de músicos –desde Zoe, Chetes, Allison hasta el último disco de Café Tacuba– suena a miles de bandas que aparecen en Myspace: influenciados por los mismos movimientos y en muchos casos con estilos copiados a bandas que hace 10 años ya tenían popularidad global. Estas bandas no sólo no están haciendo nada nuevo; tampoco se mantienen vigentes ni están copiando a la vanguardia. Simplemente están clonando sonidos que ya fueron exitosos hace muchos años y recurriendo a música que garantiza éxitos comerciales, más no musicales. Entre las bandas nacionales que han ganado notoriedad internacional está Austin TV, banda que se presento este año en el festival californiano Coachella y cuyos miembros fueron nombrados como “chilangos del año” por la revista Chilango. Los miembros de Austin TV usan disfraces ingeniosos para subir al escenario y su música es una copia de la propuesta instrumental y narrativa de bandas como Mogwai, aunque mal interpretada y mal tocada. Austin TV atrae al público de otros países hacia nuestro rock en un sentido comparable con la atracción que provocan las películas del Santo en el extranjero. Los extranjeros interpretan el ingenio con el que hacemos mal las cosas como una decisión artística y no distinguen que más bien es música sin creatividad con mala técnica y sin intención: se hace como se puede. Y mal. Mucho del rock mexicano que se aprecia ahora en el resto del mundo es el arte de lo mal hecho. Con todo, algunos destellos de originalidad existen en la escena mexicana actual: el colectivo de Tijuana, Nortec, cuya música electrónica con sonidos de banda norteña continúa evolucionando y han encontrando nuevas vertientes originales que se escuchan en su más reciente trabajo, Tijuana Sound Machine. En la ciudad de Guadalajara –ahora separado de la desabrida banda de nombre Porter que lidereó anteriormente– también se vislumbra una carrera prometedora para el joven cantante alucinado Juan Son